“Durante el equinoccio la duración del día y la noche son iguales, de ahí su nombre latín (aequinoctium) que significa ‘noche igual’”, explicó Daniel Flores Gutiérrez, investigador del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM.
Esta misma duración del día y la noche ocurre en todo el planeta, a excepción de las regiones polares; en el polo Norte el equinoccio de marzo marca el paso de una noche de seis meses a un día también de seis meses, mientras en el Sur, señala el fin de un día de medio año e inicia una noche de igual lapso de tiempo.
Equinoccios en Mesoamérica
Experto en arqueoastronomía –la astronomía de nuestros antepasados– Flores consideró que la precisión que se tiene actualmente de diversos eventos planetarios es consecuencia de la observación sistemática que el ser humano ha hecho de la naturaleza durante varios siglos.
“Desde que tuvo conocimiento de sí mismo, ha querido explicar los fenómenos que observa; los astronómicos son particularmente atractivos, porque nos envuelven, llenan constantemente nuestra cotidianidad, vemos la salida y la puesta del Sol, los ciclos de la Luna y las estrellas. Son sucesos inalcanzables para nosotros, sin embargo están ahí”, señaló.
En el caso del equinoccio, en muchas culturas antiguas marcó el término de una época de bajas temperaturas (el invierno) y el inicio del calor (la primavera).
En Mesoamérica, también se relacionó con los ciclos de siembra y cosecha. “Fue una guía agrícola y de símbolos más profundos de índole religiosa”, explicó el astrónomo.
En las culturas mesoamericanas, además del cambio de estación, había un simbolismo más abstracto, asociado a cuatro fechas calendáricas: el 12 de febrero, el 30 de abril, el 13 de agosto y el 24 de octubre, todas relacionadas con diversas posiciones del Sol en el horizonte y con la orientación de las pirámides y otros edificios.
“Hoy, la observación se realiza con telescopios cada vez más sofisticados, pero antes se hizo a simple vista, mirando la entrada y salida del Sol y la Luna, y acumulando datos en diversos periodos y generaciones. El conocimiento de culturas mesoamericanas como la teotihuacana y la maya requirió un trabajo colectivo, detallado en códices y murales, que pasó de una generación a otra”, detalló Flores.
La asociación más emblemática entre el equinoccio y las culturas mesoamericanas se ubica en el sitio maya de Chichén Itzá, donde durante la puesta de Sol del día del equinoccio se proyecta el perfil de la sombra en la escalinata sur de la pirámide de Kukulcán, también conocida como “el Castillo”.
La proyección solar sobre la pirámide consiste en siete triángulos de luz invertidos, resultado de la sombra que proyectan las nueve plataformas del edificio durante la puesta de Sol. La imagen es semejante a una serpiente.
El equinoccio de primavera 2010 ocurrió el 20 de marzo a las 11:32 horas.
Fotografías, izquierda Chichén Itzá; derecha, Dzibilchaltún.
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