viernes, 9 de octubre de 2015

La realidad me saca a la calle y ya no puedo callar, dijo Alexievich a La Jornada en 2003

Mónica Mateos-Vega
 
Periódico La Jornada
Viernes 9 de octubre de 2015, p. 4
En 2003, la periodista Svetlana Alexievich visitó México para participar en el encuentro de escritores Cartas del Destierro, que organizó la Casa Refugio Citlaltépetl dentro de las actividades del Festival de México en el Centro Histórico.
En ese tiempo compartió su experiencia como escritora perseguida en su país, entonces refugiada en Pontedera, Italia.
Acusada en falso de pertenecer a la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) y con gran parte de su obra prohibida en las ex repúblicas soviéticas, Alexievich convivió entonces con sus colegas Wole Soyinka (Nigeria, premio Nobel de Literatura en 1986), Christian Salmon (Francia), Bei-Dao (China) y Assia Djebar (Argelia), entre otros autores.
La conocimos más que como una reportera del día a día, como una periodista tratando de tomar altura, recuerda Philippe Ollé-Laprune, quien fue el anfitrión de la hoy galardonada con el máximo premio literario internacional.
Svetlana es una mujer muy discreta, casi tímida, que cuando vino a México sólo hablaba ruso. Nos acompañó a inaugurar la Casa Refugio de Puebla. Ella es alguien que depende del sistema de casas refugio, por eso ha vivido en varios países, por ejemplo, entre 2006 y 2008 radicó en Gotemburgo, Suecia, añade Ollé-Laprune.
El director de las casas refugio para escritores en México considera que la premio Nobel de Literatura 2015 siempre manifestó su interés por prestar su pluma a quienes no pueden escribir, de esta manera es como difunde en su obra el derrumbe del mundo soviético, o la situación en Afganistán.
En español, continúa, “por el momento tenemos a la mano su libroVoces de Chernóbil (1997, traducido al castellano en 2006 por Siglo XXI y reimpreso en 2014 por Penguin Random House), el cual es alucinante; habla de una violencia tan extrema que al terminar de leerlo no pude dormir durante dos días.
“Pero también está La guerra no tiene rostro femenino (1983), en la que, a partir de una serie de entrevistas, aborda el tema de las mujeres rusas que participaron en la Segunda Guerra Mundial, donde afirma que las mujeres son mejores francotiradoras que los hombres porque tienen más paciencia para esperar a su objetivo.”
Esta es la entrevista que Alexievich concedió a La Jornada durante su visita al país en 2003:
–Su labor ha sido doble desde el inicio: escribir a partir del testimonio y defender sus libros.
–Puedo decir que no amo la calle y que bien podría pasarme la vida en casa, dedicada a actividades intelectuales, pero resulta que la realidad siempre me saca, y ya que estoy fuera, no consigo callarme: en las barricadas no están las respuestas a todas las preguntas. Ahí lo único que pasa es perder la visión y el oído, por eso decidí defender mi existencia y el producto de mi trabajo. Sé que lo único que deseo es escribir, pero ya no consigo hacerlo si no narro la experiencia real de los demás.
–Su aprendizaje no proviene de la academia ni del mundo editorial, sino del ejercicio de periodista y narradora.
–Así es, no hay forma de conseguirse un título de escritor; hay muchas personas que cantan y dibujan, pero cantantes y pintores hay pocos.
Todo artista ha de proponer no sólo un estilo propio, sino una nueva visión del mundo. Cuando uno ofrece una nueva explicación de la realidad se rompe la coraza de banalidad que nos ha venido rodeando. Con esto no quiero decir que me convierta en predicadora, sino que es indispensable dar lecturas novedosas de acontecimientos que afectan a grandes grupos sociales. Y en todo caso la palabra ha de ser modesta.
–En algunas ocasiones detrás de esa coraza estaba el ejército, así que el adversario no era pequeño.
–Me atrevo a pensar que hoy tenemos nuevos adversarios contra los que es preciso estructurar imaginativas formas de resistencia. Me tocó estar entre los escritores rusos y bielorrusos que sufrieron por el imperialismo soviético. Nosotros pensamos que bastaba con derrumbar el poder partidario, pero al paso del tiempo descubrimos que incluso con un cambio la actitud de las personas no variaba.
“Al antiguo poder de los comunistas se agregó el poder de la propiedad. Perdimos la educación y la asistencia médica gratuitas. El hombre de la calle está hoy en la misma miseria. La intelectualidad, por su parte, está confundida y deprimida, mientras los jóvenes senorteamericanizan. Parece que la revolución no resolvió nada, por eso es necesario encontrar nuevas formas de lucha.
La ex Unión Soviética tuvo siempre la idea de construir un mundo ruso, pero en lugar de eso estamos construyendo un mercado. Lo más alto a que un ciudadano puede aspirar, en lugar de sus sueños, es a un Mercedes. Eso descorazona a cualquiera.

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