Además de gustarme las mujeres,
también me gustan los hombres.
El mundo en que vivo me dice que debo
elegir sólo un tipo de atracción, que no hay otra opción; pero sí
la hay, no existen sólo dos maneras de ser, sino muchas.
Por algún tiempo traté de ajustarme
al mundo, traté de “componer” lo que yo era, de mantener alejado
al demonio, de negar lo que quería/necesitaba.
Mi tendencia hacia las mujeres ha sido
dominante, una constante en mi vida. Mi tendencia hacia los hombres,
ahora lo reconozco, ha sido una marea: a veces casi desaparece, a
veces amenaza con ahogarme. Pero la palabra “bisexual” se atora
en mi garganta, prefiero pensar que soy “complicado”.
Tal vez sea cuestión de oportunidad,
necesito detectar a alguien que me complemente, que irradie esa
energía que necesito, esa luz que pueda cubrir mi oscuridad.
Mi matrimonio, mi fuente emocional, es
el pretexto para mantener superficiales mis relaciones, para que mi
hambre sea por más no por mejor, evito los sentimientos por sus
posibles consecuencias y así evito también conocerme más
profundamente; sólo cuando la emoción me ataca por sorpresa me he
encarado con el que soy en realidad – y me asusta.
La atracción por los hombres está aún
ahi, junto con la atracción por las mujeres. A veces he tratado de
ponerla en práctica, casi siempre con el apoyo de copiosas
cantidades de alcohol, pero me siento un fraude, oportunista y
expuesto al peligro.
Sin importar cuanto bebiera, no puedo
liberarme completamente de la incomodidad de pensar en el cuerpo de
otro hombre, musculoso y peludo, mas tallo que flor – demasiado
parecido al mío propio. En esos momentos sentía la atracción por
la forma femenina: facciones suaves, curvas llenas y piel lisa, aroma
dulce, la risa. Algo dentro de mí añoraba esas sensaciones y no
aceptaba sustitutos.
Sucedió lo impensable: siento la
necesidad de compartir mi intimidad con otro hombre.Demasiado tarde,
este sentimiento llegó demasiado tarde; no hay oportunidad de
merecerlo ni tiempo para vivirlo. Por una combinación de
circunstancias, nuevas para mí, existiendo la posibilidad de sexo no
la quiero sin la ilusión del sentimiento.
Ésa es mi cruz, una cruz torcida.
He tenido que aceptar un hecho
contraintuitivo: mi atracción por las mujeres está plenamente
desarrollada – puedo hacer el amor y enamorarme – pero mi
atracción por los hombres aún está evolucionando. No tengo deseo
de someterme y solo un poco de conquistar, probablemente producto de
años de duda continua, de negación o castigo propio.
En este momento me encuentro abierto a
la evolución de mis atracciones, pero no trataré de forzar su
establecimiento; con el tiempo, espero aceptarlas, fluidas y con
preferencias, como sean.
Tengo que revisar esta construcción
que constituye lo que parezco ser, determinar quien soy. Quitar lo
que sobre, buscar lo que necesito, para que la próxima vez – sí,
la próxima vez – pueda dejar entrar a la persona y que ésta
encuentre un lugar limpio y en orden.
----Manuel Moreno
----propue@yahoo.com
----Manuel Moreno
----propue@yahoo.com
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