sábado, 21 de diciembre de 2013

«La libertad de imprenta estorba al gobierno»

 
Ángel Vargas
 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de diciembre de 2013, p. 5
Durante la segunda mitad del siglo XIX y hasta el asesinato de Francisco I. Madero, en 1913, en México se experimentó una libertad de expresión incomparable. Los periodistas y caricaturistas de esa época lograron imponerse al temible espectro censor que impuso la Santa Inquisición en la Colonia y los primeros años de la Independencia.
¿Qué factores y circunstancias permitieron esa situación e incluso la propiciaron? Tal es el tema al que nos adentra Rafael Barajas, El Fisgón en su más reciente libro, Historia de un país en caricatura: caricatura mexicana de combate, 1821-1872.
Éste es el cuarto título de una serie publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en la que el caricaturista de La Jornada refiere la historia del periodismo y la caricatura política en el país.
Es precedido por El país de El Ahuizote, El país del llorón de Icamole y Posada: mito y mitote; y en vías de aparecer está otro par de ejemplares, uno dedicado a El hijo del Ahuizote y otro a la caricatura durante la Presidencia de Madero.
A decir del autor, esta nueva entrega es una investigación a la que ha dedicado unos 20 años y es importante no sólo porque habla del trabajo que le costó a México conquistar la libertad de opinar con libertad.
“Estoy convencido –destaca en entrevista– de que el derecho a opinar con libertad está muy ligado a las lógicas de la soberanía. Sólo quien piensa con libertad puede gobernarse con libertad”.
También lo es, señala, porque de cierta manera representa un acto de justicia para quienes fueron los pioneros de la caricatura política en el país: Este trabajo es básicamente un recuento genealógico de la caricatura política de hoy. Es decir de qué tradición venimos, quiénes fueron nuestros abuelos y tatarabuelos.
Esta investigación se originó a partir de que el caricaturista recibió de su casero como regalo un ejemplar del periódico decimonónico La Orquesta, en el que pudo advertir la saña con la que sus colegas de aquella época criticaban a las figuras del poder político, entre ellos al propio presidente Benito Juárez.
“Lo hacían con una falta de respeto y una libertad que me resultaron envidiables. Junto con algunos de mis colegas, pasamos de sentirnos unos moneros de vanguardia a señoritas bien portadas, y pudimos constatar la involución que había presentado la libertad de imprenta en México a lo largo del siglo XX”, indica.
Al comenzar a documentarse y revisar fuentes históricas directas, refiere, lo primero que le impresionó e incluso escandalizó y avergonzó; fue percatarse de que existía mucho más libertad de expresión en México en 1872 que en 1972.
Durante esa labor de documentación, El Fisgón se encontró con material extraordinario no sólo desde el punto de vista histórico, sino también por sus valores periodístico, literario, artístico y, sobre todo, de debate de ideas.
Y esto se debe en gran medida a que el gran debate intelectual del siglo XIX no se dio en las academias ni en los libros, sino en la prensa. Lo que resulta increíble es que hayamos olvidado o descuidado esta tradición intelectual tan importante, resalta.
Esa tradición de discusión intelectual en la prensa se resquebrajó con el asesinato de Madero y no como curiosamente muchos creen durante el porfiriato, precisa.
Ello se debió a que, como ocurre hoy día, se suscitó una campaña de linchamiento organizada desde las esferas del poder y las personas dejaron de ver a la prensa libre como un derecho y en su lugar se le asume como una herramienta que puede manejarse de manera irresponsable, explica.
Esta inercia prosiguió con los gobiernos revolucionarios, que no querían una prensa libre, práctica que se mantuvo hasta hace unas cuantas décadas y que hoy existe el peligro de regresar a ella, alerta.
Regresivo, el proyecto de Estado
Para El Fisgón no existe duda de que el actual proyecto de Estado (en México) es regresivo, y tiene mucho que ver con retroceder a las lógicas del presidencialismo priísta que, a su vez, tienen que ver más con las lógicas virreinales de lo que queremos aceptar.
En particular, se refiere a los esfuerzos del gobierno federal por quitar varios derechos y desorganizar a la sociedad, por regresar a la población a condiciones de desamparo y de sobrexplotación, y a este proyecto le estorba la libertad de imprenta.
Entre otras situaciones, alerta sobre una posible acometida gubernamental para cerrar los espacios de prensa independiente que existen, como el periódico La Jornada, las revistas Proceso y El Chamuco, así como el noticiario de Carmen Aristegui.
Son espacios que como sociedad debemos defender, sostiene, y agrega que esa andanada estatal va también contra las redes sociales y el derecho a la manifestación.
No sólo nos lo anunciaron, sino que lo tratan de poner en práctica. Entonces, no sólo debemos defender estos derechos, sino que debemos pelear a principios del siglo XXI por mantener la libertad de imprenta que ya hemos conquistado en dos ocasiones.

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