Dejó unos 30 mil trabajos de los cuales la mitad están documentados, dice su
hijo Eduardo
De la Redacción
Periódico La Jornada
Sábado 21 de diciembre de 2013, p. 3
Sábado 21 de diciembre de 2013, p. 3
Xalapa, Ver., 20 de diciembre.
Se cumplen 123 años del natalicio de Ernesto García Cabral, pilar de la
caricatura en México, campeón de lucha grecorromana, torero, bailarín de tango,
pionero del cine mudo y precursor de la televisión mexicana.De El Chango Cabral, nacido en Huatusco un 18 de diciembre de 1890, sus hijos refieren que no sabían la importancia de su obra hasta que, por iniciativa del escritor Juan José Arreola, se comenzaron a recopilar todas las portadas que hizo para Revista de Revistas y su obra recibió el nombramiento de Memoria del Mundo que otorga la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
A los 17 años consiguió una pensión de 25 pesos mensuales del gobernador Teodoro A. Dehesa para estudiar en la Academia Nacional de Bellas Artes de San Carlos; fue un discípulo sobresaliente por su habilidad plástica para retratar personajes del México cotidiano.
Su capacidad para exagerar los rasgos propios de las personas lo llevaron a la caricatura. Comenzó a trabajar para la revista La Tarántula, durante el gobierno de Porfirio Díaz, y luego en los semanarios Frivolidades y Político Multicolor, que dirigía don Mario Vitoria.
“En Multicolor papá realizó algunas caricaturas que podría parecer que atacaban a Francisco I. Madero; lo cierto es que a esa edad Ernesto no sabía nada (de política, no le interesaba), era un magnífico artista, dibujante pero como decía él, ‘yo hacía los monitos, pero Vitoria ponía el texto’, entonces de ahí que sus ataques parecían ser duros”, comenta Eduardo García Cabral, su hijo menor.
Uno de esos cartones políticos publicados en Multicolor le valió una entrevista directa con Madero, cuando el joven Ernesto apenas tenía 21 años. Él mismo refiere el encuentro:
Me ve, me ve el presidente, me ve muy joven y yo sólo le digo, no pos yo nomás hago los dibujitos señor, a mí nomás me los mandan a hacer, y eso me vale hacerme acreedor de una beca.
Claro, en ese entonces las becas eran muy diferentes, señala Eduardo; le pusieron una lana y le dijeron
ahí nos vemos mano, ten tu pasaporte y ya.
El destino fue París, donde conoció a otros artistas mexicanos como Diego Rivera, Amado Nervo y el Doctor Atl; por su parte, la bohemia se adueñó de sus pasos y pronto fue parroquiano de variados clubes y centros de reunión de artistas.
Si García Cabral hubiera tenido menos éxitos femeninos en París, advierte Diego Rivera en 1943 refiriéndose al trabajo de Ernesto, probablemente habría trabajado más en los problemas técnicos de la pintura; su alegre facilidad por los placeres lo empujó a la obra rápida que puede hacerse en unos cuantos minutos de juerga alegre.
Cuando la primera guerra europea estalló en 1914, dejó de recibir la pensión gubernamental desde ese entonces hasta 1916. Mientras, se vio obligado a publicar esporádicamente algunos dibujos en las revistas Vie Parisienne, La Rire y La Bayonette, hasta que durante el gobierno de Venustiano Carranza en 1915, el ministro de Gobierno, don Isidro Fabela, lo redescubrió en aquel París de principios de siglo y lo sacó de la precaria situación económica en la que se encontraba, nombrándolo agregado cultural.
Fabela escribió sobre su encuentro con Cabral y describió al tiempo el cuadro titulado El sátiro viejo, que en señal de agradecimiento Ernesto le regaló al funcionario público de ultramar: “En El sátiro viejo estaba el alma de un maestro. Las líneas del dibujo no tienen vacilaciones, son el trazo de una inspiración profunda interpretada con exacta seguridad. La euritmia plástica de la mujer desnuda expresa la deleitosa fruición del esteta que ama las formas femeniles como la obra perfecta de Dios en la naturaleza humana”.
De Madrid a Sudamérica
El destino de Ernesto se volvió a vestir de kilómetros y viajó a
Madrid, donde finalmente, tras una breve estancia en la península ibérica, se
embarcó con destino a Sudamérica. En Argentina, con el cargo de agregado
cultural, publicó en Caras y Caretas, PBT, La Nación y La
Prensa. Además, y como no queriendo, se ganó un importante premio como
bailarín de tango en Buenos Aires.
Rojo, verde y oro, 1927, uno de los trabajos del
caricaturista García Cabral
Tan prolífica fue la obra de este Chango que, curiosamente, no se andaba por las ramas. Ernesto García Cabral, adepto principal de la bohemia, de la fiesta y las buenas amistades
fusilócon su incomparable estilo a personajes como Emiliano Zapata, De La Barra, Vázquez Gómez, Enrique C. Creel, Pancho Villa, Reyes, Gaona y a muchos más.
Por otra parte, incursionó también en la pintura mural, dejando como testigos de piedra uno pintado al fresco en Nueva York y otro a la encáustica en los muros de lo que alguna vez fue el Pabellón de Turismo en Toluca.
Campeón de lucha grecorromana, torero, bailarín de tango, precursor del cine y la televisión en México, actor de teatro, pero ante todo maestro de la línea, Ernesto García Cabral retrató el rostro no sólo del país, sino de todos los lugares que pisaba.
Recibió los premios Mergenthaler de la Prensa Interamericana y el Nacional de Artes Plásticas de México; fue nombrado dos veces Hijo Predilecto de Huatusco y una vez Hijo Preclaro de Xalapa. Varias escuelas en Veracruz y una del Distrito Federal llevan su nombre, así como una calle de la capital veracruzana.
Según Eduardo García Cabral, en la casa que habitó Ernesto durante muchos años en Huatusco, fue por iniciativa de Juan José Arreola que se comenzaron a recopilar todas las portadas que había hecho Ernesto para Revista de Revistas; una época en la vida del artista en la que los trazos se vieron claramente influenciados por el art déco-nouveau, siendo El Chango el máximo exponente de estas corrientes en el país.
A partir de entonces, en una primera exposición que se llevaría a cabo por iniciativa de Arreola, fue que nosotros, sus hijos, nos dimos cuenta de la gigantesca obra de papá y la importancia que ésta tenía, asegura Eduardo.
Crecimos con él, conociendo a sus amigos artistas y pensábamos que esto era completamente normal. Pero fue hasta que por petición de Arreola tuvimos que recopilar las portadas de esta revista, que nos dimos cuenta que la obra de Ernesto era la de un gigante.
Eso fue anterior a la creación del Taller Ernesto García Cabral AC, organización constituida por su viuda, hijos, primos y amigos para perpetuar la obra y vida del dibujante, para llevar tan significativa expresión artística al público para quien siempre dibujó.
Hoy, la obra se calcula en unos 30 mil trabajos, de los cuales 15 mil ya están documentados por el taller y acreditándose en 2012 con el nombramiento de Memoria del Mundo de la Unesco; a la fecha, cuatro vías de acción constituyen todo el proyecto: Biblioteca personal, Impresos, Vida familiar y pública y Propuesta plástica.
No ha sido una tarea fácil si consideramos que El Chango Cabral retrató el rostro de México durante seis décadas prácticamente de manera ininterrumpida. Su línea perfecta y su humor implacable lo hacen un verdadero amanuense de la vida cotidiana, artística y política del país.
Pobló las publicaciones más difundidas entre la población y muchas veces, el mexicano sin saber, convivió a diario con los trazos de El Chango García Cabral.
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