miércoles, 20 de febrero de 2019

A TRAVÉS DEL TIEMPO

ARELY YOSHET MARTINEZ BERMUDEZ*


Era el día más esperado por muchos, un día que prometía cambios para todos, un día que traía consigo desarrollo y crecimiento para el comercio y la aventura.
Era 13 de noviembre de 1893, el presidente y general inauguraba en la tierra que lo vio nacer, la estación del Ferrocarril Mexicano Del Sur.
La estación se encontraba dentro de los edificios más representativos de la ciudad, construida con paredes de bloques de cantera, pisos de piedra donde cada tanto encontrabas una franja de ladrillos rojos; con un techo de madera brillante que reflejaba la luz que se colaba inquieta por las ventanas.
Ese día se realizó una celebración dentro de los vagones del tren más grande del estado, el 6205. La fiesta se celebró con música alegre, platillos deliciosos como el mole, había platitos con chapulines y no podía faltar una exquisitez descubierta tan solo 7 años antes, el quesillo. Había pulque, cerveza y mezcal, pero también vinos y platillos extranjeros. Fue un evento digno de recordar, fue la última vez que el general piso su estado natal, nunca volvió.
El tren 6205 sería el de mayor importancia en esta nueva era. La cabina principal brillaba en un color rojo, como el de una rosa silvestre salpicada con rocío; y poseía demasiados vagones,  pocos eran para los viajeros burgueses, aquellos que se permitían el lujos de tener cabinas privada, con asientos acojinados, pisos alfombrados, y que podían tener a una persona que cumpliera sus caprichos con tan sólo tocar una campana. Otro tanto más era destinada al traslado de personas como nosotros, comerciantes, oficinistas, obreros, aventureros. La gran cantidad de vagones restantes eran los que realizaban la tarea más pesada y llevaron a la gloria esta época, estos trasladaban los productos de cientos de comerciantes.
El viaje de la capital del estado a la gran ciudad de México, duraba alrededor de doce horas. Los viajeros y trabajadores, como mi padre y mi abuelo, preferían viajar de noche y evitarse agotamientos innecesarios. Otro tipo de viajeros, aquellos que se consideraban libres y aventureros gozaban de viajar de día, observando paisajes, conociendo personas distintas y nuevos mundos.
El ten 6205 siempre estaba lleno, comerciantes que iban a la capital del país con productos artesanales y regresaban con artilugios para vender en sus pueblos y alrededores. Cada novedad que traían desde tierras lejanas era una maravilla para aquellos que no podían ni pensaban malgastar los 80 pesos del pasaje más barato.
Más de un siglo se vivió de esta forma, antes de que esta época de grandes maquina llegara a su fin.
¡Oh!, si tan solo el tren 6205 pudiera hablar, escribir, dibujar o por señas quizás, ¿cuantas historias no podría contar?, pues no es de extrañar que transportando casi 3 mil personas al día no recordara nada.
Mi querido tren rojo, cual sangre sobre lienzo de papel. Si tan solo pudieras, estoy segura contarías mil historias y una más.
Como aquella vez, que dos jóvenes amantes, a pesar de ser del mismo poder monetario, se veían obligados a apartarse por el color de la piel. Los viste enfrentarse a todos, y se casaron en tus vagones, ella en  un hermoso vestido tejido, él en un traje a medida, y la delicia de pastel de tres pisos con cobertura blanca.
Nos contarías de aquella joven que regreso llorando a su pueblo, pues el hombre que juraba amarla era ajeno y la dejo en la estación solo con un boleto de regreso y un secreto en vientre. Nos dirías como años después la volverías a ver, radiante, hermosa y más fuerte que nunca de la mano de una pequeña de cabello  de rayos de sol.
O Confiarías a nosotros la historia de aquel joven que huyó buscando el sueño americano y 10 más tarde regresa anhelando el olor del cempasúchil en noviembre, añorando el abrazo de su madre. No llegaba con los  lujos que soñó tener, pero con lo suficiente para darle a su madre y a su futura mujer una casa bonita y con calor de hogar.
Podrías relatar mi historia favorita. La de aquella joven que fue traída con engaños, con la promesa de una educación y acabo de sirvienta de su propia hermana. Que encontró el amor y fue apartada de su lado y al poco lo verías a él tomar valor e ir a robarla. Y verlos juntos de nuevo de regreso para empezar una nueva vida.
También cuando aquellos chicos se escondían en tus vagones para amarse y ser uno. Pero no eran tiempos para ese tipo de amor. Ambos se amaban, lo tenían todo, juventud, dinero, estudios, ganas de vivir, pero el pensar en esa clase de amor era repugnante en ese momento, no fue tu culpa que los descubrieran. Te visite obligado a llevar al menor a tomar un barco a una tierra desconocida.
Pero mejor cuéntame mejor tu historia favorita.
Xóchitl tenía 17 años en aquel entonces, su familia no era rica, pero no se podían quejar. Con su mamá solían vender en su pueblo y alrededores durante una semana ropa, trastes, telas, hilos, adornos, juguetes y cuanta cosa hubieran traído. Los sábados por la noche tomaban el tren a la gran ciudad cargadas con sabanas bordadas, alimentos típicos, ollas de barro, sopladoras  y sombreros de palma,  y flores silvestres. Al llegar, durante otra semana iban por los mercadillos vendiendo lo traído y comprando para llevar. Al siguiente sábado tomaban el tren de regreso y esa era su vida.
Los rebosos de manta blanca, con flores bordadas con hilos de mil colores, eran los que más se vendían en el tianguis, bajo de sombra de aquel gran árbol que a ella le encantaba ver, sentir la brisa  ver el sol colándose a través de la copa era lo que más le gustaba. En cambio en el corazón de la ciudad los mercados organizados bajo los portales lo que más vendían eran flores silvestres y adornos de palma, ese era su sitio favorito de trabajo, ver ir venir carretas por las calles empedradas, el ruido de los vendedores ofreciendo sus productos el leve murmullos de los  regateadores, el relinchar de los caballos.
Xóchitl no podía entender como su madre podía dormir en aquella postura tan incómoda, con el cuello torcido, la cabeza al aire, una pierna estirada Y otra encogida, como a veces hacían las gallinas.
Por su parte, el asiento le provocaba comezón y dolor en la espalda, por lo que prefería leer algún librillo que pudo intercambiar sin que su madre se diera cuenta, lo leía escondida, si alguien la hubiera pillado la tacharían de bruja, por ese motivo su pequeña colección la guardaba, en una caja de madera enterrada atrás del gallinero que tenían a lado de su casa.
Una noche en especial sintió, aparte de la comezón usual, un hormigueo en la parte trasera del cuello. La habían descubierto, intento esconder el objeto ilícito en sus manos, pero ya era tarde.
Javier era alguien singular, amaba viajar de día observando cómo cambia el paisaje, ver en algún momento de la travesía chozas, o el ganado de algún pueblo; ver los arboles correr en dirección opuesta, las montañas aumentar y disminuir de tamaño. Estudiaba medicina en la ciudad de México, sus padres vivían en Oaxaca, cada mes viajaba a visitarlos, disfrutando de los rayos de sol que se infiltraban por las ventanas del vagón.
En esa ocasión, por error o destino, tuvo que viajar de noche. La vio leyendo, algo raro en una mujer, pero a él le fascino, la observo hacer gestos al empastado hasta que se dio cuenta. Cuando sus ojos conectaron no huno más que decir.
Se sentaron uno frente a otro, y por esa noche los viste nerviosos, con el corazón al mil, hasta la hora de desembarque. Un mes después Javier viajo de noche y al siguiente igual.
Durante mucho tiempo los observaste sentarse frente a frente, él observándola mientras leía, ella fingiendo no darse cuenta, poco a poco ir intercambiando miradas, sonrisas, aquella vez que ella le regalo su libro favorito, cuando él le dejo una rosa antes de sentarse, fuiste testigo cuando ella se levado y tomo lugar a su lado. Y ese momento donde él la tomo de la mano.
Los observaste durante noches enteras hablar una vez al mes y. El instante mágico cuando sus labios se tocaron por primera vez.
Aquella noche, dos años después de ese primer encuentro, Xóchitl lo esperaba ansiosa, su madre la notaba su comportamiento demasiado inusual. Ella espero a que su madre se durmiera, espero nerviosa viendo fijamente a la puerta del vagón, esperando a que él entrara, quería contarle un sueño, donde ambos Vivian juntos, y ella lo espera en una casa, con una sopa sobre la mesa, él llegaba con una flor silvestre y se la colocaba en el cabello y besaba du frente.
Javier no llego esa noche, ni la siguiente. Pasaron 8 lunas para que se volvieran a ver. El momento en que Javier la observo fue devastador, la vio débil, delgada con sombras oscuras bajo los ojos, no tenía esa chispa en los ojos que tanto amaba, su piel tenía moretones. Vio a su alrededor pero no encontró a la medre dormida como solía.
Javier le tenía una sorpresa, había estado fuera del país por obligación, pero al fin era libre, libre para formar una vida juntos. Xóchitl lloro al verlo lo había añorado por tanto tiempo.
Se sentaron lado a lado, ella acurrucada en su pecho y Javier acariciando su cabello. Xóchitl le contó que lo esperaba, lo había esperado por 3 meses, pero después se le había prohibido viaje, los doctores del pueblo no podían explicar lo que ocurría, algo atacaba su cuerpo sin compasión. Había pasado demasiado rápido y la dejo en cama sin posibilidad de moverse, sangraba por la nariz sin cualquier motivo, moretones aparecían al menor roce, su cabello caía, deseaba dormir todo el día y el dolor le provocaba nauseas. Pero Una noche Antes  su corazón sintió una sacudida, se escapó tomo el tren y al llegar  México ni siquiera bajo.
No era tonto, lo había visto antes, pero quiso ser ciego, confiar en que pronto estarían junto para siempre y la podría cuidar y sanar con lo adquirido al otro lado del mar. Ella era lista y en su interior sabía lo que pasaba, pero quiso ser feliz u momento.
Esa noche hablaron, rieron, se miraron, volar chispas cada vez que juntaban Las manos, sus corazones  brincaron en cada ocasión que  unían sus labios.
Por fin Xóchitl pudo dormir abordo, durmió feliz, sintiendo el calor de Javier a su lado y el latido de su corazón en sincronía con el que sentía bajo su palma en el pecho de Javier.
Javier lloro al despertar, estaba hermosa como siempre, con una sonrisa radiante, pero su piel era ya  fría y su corazón había dejado de latir. Después las cenizas de su cuerpo fueron regadas por una de tus ventas a través de ese viaje que realizó la mayoría de su vida. Tú lloraste también.
¡Ay!, mi hermoso tren Rojo, al poco tus ruedas dejaron de circular por los riles. Los autos se volvieron moda y reducían el tiempo de viaje a la mitad.
Quedaste abandonado al lado de la vieja estación, tu bonito color rojo absorbió agua, te enfermaste del mismo modo que Xóchitl. Había ya dejado de funcionar tu motor.
125. años pasaron desde aquella fiesta en la que estuvo presente el general. Los trenes ahora se consideran un tesoro, te ha traído de vuelta, han pintado tos vagones. Los han hecho bibliotecas que Xóchitl hubiera amado, salones donde proyectan viejas fotos de tu época dorada, han hecho un pequeño tren donde enviajan los niños riendo y gritando.
Han hecho escenarios donde enseñan que el amor viene en cualquier clase y envase. Te han devuelto a la vida, pero aun lloras por ella, y por Javier a él también lo viste morir en tus varones, en el mismo banco.
Deja a tras esa tristeza. Recuerdas a esa niña que observaba por horas, se sentaba en una banca leyendo un libro nuevo cada ocasión, esperando por algo el día entero, aunque ni ella sabía que. Ella hoy lo sabe, hoy lo vio, llega ella otra vez, es médico otra vez, le dice que sigue igual de hermosa. Sus pieles  son otras, sus cabellos, ojos y rostros son distintos.; pero sus corazones aún brincan cuando se toman las manos.
Pronto contaras más historias; pues ha pasado un año ya, hoy es tu gran día. Un día esperado por muchos, que traerá mil cambios para la ciudad, en esta ocasión no vino el presidente, pero vino tu pueblo, aquel que has visto cambiar, y crecer. Es un día de fiesta, hay música y comida, una pareja enamorada, tomada de la mano a través del tiempo, dos chicos abrazados sin temor; viendo al gobernador cortar el listón inaugurando El museo del ferrocarril mexicano del sur.


*Integrante del Taller de Creación Literaria del ITO.

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