Era el día más
esperado por muchos, un día que prometía cambios para todos, un día que traía
consigo desarrollo y crecimiento para el comercio y la aventura.
Era 13 de
noviembre de 1893, el presidente y general inauguraba en la tierra que lo vio
nacer, la estación del Ferrocarril Mexicano Del Sur.
La estación
se encontraba dentro de los edificios más representativos de la ciudad,
construida con paredes de bloques de cantera, pisos de piedra donde cada tanto
encontrabas una franja de ladrillos rojos; con un techo de madera brillante que
reflejaba la luz que se colaba inquieta por las ventanas.
Ese día se realizó
una celebración dentro de los vagones del tren más grande del estado, el 6205.
La fiesta se celebró con música alegre, platillos deliciosos como el mole, había
platitos con chapulines y no podía faltar una exquisitez descubierta tan solo 7
años antes, el quesillo. Había pulque, cerveza y mezcal, pero también vinos y
platillos extranjeros. Fue un evento digno de recordar, fue la última vez que el
general piso su estado natal, nunca volvió.
El tren 6205 sería
el de mayor importancia en esta nueva era. La cabina principal brillaba en un
color rojo, como el de una rosa silvestre salpicada con rocío; y poseía
demasiados vagones, pocos eran para los
viajeros burgueses, aquellos que se permitían el lujos de tener cabinas
privada, con asientos acojinados, pisos alfombrados, y que podían tener a una persona
que cumpliera sus caprichos con tan sólo tocar una campana. Otro tanto más era
destinada al traslado de personas como nosotros, comerciantes, oficinistas,
obreros, aventureros. La gran cantidad de vagones restantes eran los que
realizaban la tarea más pesada y llevaron a la gloria esta época, estos
trasladaban los productos de cientos de comerciantes.
El viaje de
la capital del estado a la gran ciudad de México, duraba alrededor de doce
horas. Los viajeros y trabajadores, como mi padre y mi abuelo, preferían viajar
de noche y evitarse agotamientos innecesarios. Otro tipo de viajeros, aquellos
que se consideraban libres y aventureros gozaban de viajar de día, observando
paisajes, conociendo personas distintas y nuevos mundos.
El ten 6205 siempre
estaba lleno, comerciantes que iban a la capital del país con productos
artesanales y regresaban con artilugios para vender en sus pueblos y alrededores.
Cada novedad que traían desde tierras lejanas era una maravilla para aquellos que
no podían ni pensaban malgastar los 80 pesos del pasaje más barato.
Más de un
siglo se vivió de esta forma, antes de que esta época de grandes maquina
llegara a su fin.
¡Oh!, si tan
solo el tren 6205 pudiera hablar, escribir, dibujar o por señas quizás,
¿cuantas historias no podría contar?, pues no es de extrañar que transportando
casi 3 mil personas al día no recordara nada.
Mi querido
tren rojo, cual sangre sobre lienzo de papel. Si tan solo pudieras, estoy
segura contarías mil historias y una más.
Como aquella
vez, que dos jóvenes amantes, a pesar de ser del mismo poder monetario, se veían
obligados a apartarse por el color de la piel. Los viste enfrentarse a todos, y
se casaron en tus vagones, ella en un
hermoso vestido tejido, él en un traje a medida, y la delicia de pastel de tres
pisos con cobertura blanca.
Nos contarías
de aquella joven que regreso llorando a su pueblo, pues el hombre que juraba
amarla era ajeno y la dejo en la estación solo con un boleto de regreso y un
secreto en vientre. Nos dirías como años después la volverías a ver, radiante,
hermosa y más fuerte que nunca de la mano de una pequeña de cabello de rayos de sol.
O Confiarías
a nosotros la historia de aquel joven que huyó buscando el sueño americano y 10
más tarde regresa anhelando el olor del cempasúchil en noviembre, añorando el abrazo
de su madre. No llegaba con los lujos
que soñó tener, pero con lo suficiente para darle a su madre y a su futura
mujer una casa bonita y con calor de hogar.
Podrías
relatar mi historia favorita. La de aquella joven que fue traída con engaños,
con la promesa de una educación y acabo de sirvienta de su propia hermana. Que encontró
el amor y fue apartada de su lado y al poco lo verías a él tomar valor e ir a
robarla. Y verlos juntos de nuevo de regreso para empezar una nueva vida.
También
cuando aquellos chicos se escondían en tus vagones para amarse y ser uno. Pero
no eran tiempos para ese tipo de amor. Ambos se amaban, lo tenían todo,
juventud, dinero, estudios, ganas de vivir, pero el pensar en esa clase de amor
era repugnante en ese momento, no fue tu culpa que los descubrieran. Te visite
obligado a llevar al menor a tomar un barco a una tierra desconocida.
Pero mejor cuéntame
mejor tu historia favorita.
Xóchitl tenía
17 años en aquel entonces, su familia no era rica, pero no se podían quejar.
Con su mamá solían vender en su pueblo y alrededores durante una semana ropa,
trastes, telas, hilos, adornos, juguetes y cuanta cosa hubieran traído. Los
sábados por la noche tomaban el tren a la gran ciudad cargadas con sabanas
bordadas, alimentos típicos, ollas de barro, sopladoras y sombreros de palma, y flores silvestres. Al llegar, durante otra
semana iban por los mercadillos vendiendo lo traído y comprando para llevar. Al
siguiente sábado tomaban el tren de regreso y esa era su vida.
Los rebosos
de manta blanca, con flores bordadas con hilos de mil colores, eran los que más
se vendían en el tianguis, bajo de sombra de aquel gran árbol que a ella le
encantaba ver, sentir la brisa ver el
sol colándose a través de la copa era lo que más le gustaba. En cambio en el
corazón de la ciudad los mercados organizados bajo los portales lo que más
vendían eran flores silvestres y adornos de palma, ese era su sitio favorito de
trabajo, ver ir venir carretas por las calles empedradas, el ruido de los
vendedores ofreciendo sus productos el leve murmullos de los regateadores, el relinchar de los caballos.
Xóchitl no podía
entender como su madre podía dormir en aquella postura tan incómoda, con el
cuello torcido, la cabeza al aire, una pierna estirada Y otra encogida, como a
veces hacían las gallinas.
Por su parte,
el asiento le provocaba comezón y dolor en la espalda, por lo que prefería leer
algún librillo que pudo intercambiar sin que su madre se diera cuenta, lo leía
escondida, si alguien la hubiera pillado la tacharían de bruja, por ese motivo
su pequeña colección la guardaba, en una caja de madera enterrada atrás del
gallinero que tenían a lado de su casa.
Una noche en
especial sintió, aparte de la comezón usual, un hormigueo en la parte trasera
del cuello. La habían descubierto, intento esconder el objeto ilícito en sus
manos, pero ya era tarde.
Javier era
alguien singular, amaba viajar de día observando cómo cambia el paisaje, ver en
algún momento de la travesía chozas, o el ganado de algún pueblo; ver los
arboles correr en dirección opuesta, las montañas aumentar y disminuir de
tamaño. Estudiaba medicina en la ciudad de México, sus padres vivían en Oaxaca,
cada mes viajaba a visitarlos, disfrutando de los rayos de sol que se infiltraban
por las ventanas del vagón.
En esa ocasión,
por error o destino, tuvo que viajar de noche. La vio leyendo, algo raro en una
mujer, pero a él le fascino, la observo hacer gestos al empastado hasta que se
dio cuenta. Cuando sus ojos conectaron no huno más que decir.
Se sentaron
uno frente a otro, y por esa noche los viste nerviosos, con el corazón al mil,
hasta la hora de desembarque. Un mes después Javier viajo de noche y al
siguiente igual.
Durante mucho
tiempo los observaste sentarse frente a frente, él observándola mientras leía,
ella fingiendo no darse cuenta, poco a poco ir intercambiando miradas,
sonrisas, aquella vez que ella le regalo su libro favorito, cuando él le dejo
una rosa antes de sentarse, fuiste testigo cuando ella se levado y tomo lugar a
su lado. Y ese momento donde él la tomo de la mano.
Los observaste
durante noches enteras hablar una vez al mes y. El instante mágico cuando sus
labios se tocaron por primera vez.
Aquella
noche, dos años después de ese primer encuentro, Xóchitl lo esperaba ansiosa, su
madre la notaba su comportamiento demasiado inusual. Ella espero a que su madre
se durmiera, espero nerviosa viendo fijamente a la puerta del vagón, esperando
a que él entrara, quería contarle un sueño, donde ambos Vivian juntos, y ella
lo espera en una casa, con una sopa sobre la mesa, él llegaba con una flor silvestre
y se la colocaba en el cabello y besaba du frente.
Javier no
llego esa noche, ni la siguiente. Pasaron 8 lunas para que se volvieran a ver.
El momento en que Javier la observo fue devastador, la vio débil, delgada con
sombras oscuras bajo los ojos, no tenía esa chispa en los ojos que tanto amaba,
su piel tenía moretones. Vio a su alrededor pero no encontró a la medre dormida
como solía.
Javier le tenía
una sorpresa, había estado fuera del país por obligación, pero al fin era
libre, libre para formar una vida juntos. Xóchitl lloro al verlo lo había
añorado por tanto tiempo.
Se sentaron
lado a lado, ella acurrucada en su pecho y Javier acariciando su cabello. Xóchitl
le contó que lo esperaba, lo había esperado por 3 meses, pero después se le
había prohibido viaje, los doctores del pueblo no podían explicar lo que
ocurría, algo atacaba su cuerpo sin compasión. Había pasado demasiado rápido y
la dejo en cama sin posibilidad de moverse, sangraba por la nariz sin cualquier
motivo, moretones aparecían al menor roce, su cabello caía, deseaba dormir todo
el día y el dolor le provocaba nauseas. Pero Una noche Antes su corazón sintió una sacudida, se escapó
tomo el tren y al llegar México ni
siquiera bajo.
No era tonto,
lo había visto antes, pero quiso ser ciego, confiar en que pronto estarían junto
para siempre y la podría cuidar y sanar con lo adquirido al otro lado del mar.
Ella era lista y en su interior sabía lo que pasaba, pero quiso ser feliz u
momento.
Esa noche
hablaron, rieron, se miraron, volar chispas cada vez que juntaban Las manos,
sus corazones brincaron en cada ocasión
que unían sus labios.
Por fin Xóchitl
pudo dormir abordo, durmió feliz, sintiendo el calor de Javier a su lado y el
latido de su corazón en sincronía con el que sentía bajo su palma en el pecho
de Javier.
Javier lloro
al despertar, estaba hermosa como siempre, con una sonrisa radiante, pero su
piel era ya fría y su corazón había
dejado de latir. Después las cenizas de su cuerpo fueron regadas por una de tus
ventas a través de ese viaje que realizó la mayoría de su vida. Tú lloraste también.
¡Ay!, mi
hermoso tren Rojo, al poco tus ruedas dejaron de circular por los riles. Los
autos se volvieron moda y reducían el tiempo de viaje a la mitad.
Quedaste
abandonado al lado de la vieja estación, tu bonito color rojo absorbió agua, te
enfermaste del mismo modo que Xóchitl. Había ya dejado de funcionar tu motor.
125. años
pasaron desde aquella fiesta en la que estuvo presente el general. Los trenes
ahora se consideran un tesoro, te ha traído de vuelta, han pintado tos vagones.
Los han hecho bibliotecas que Xóchitl hubiera amado, salones donde proyectan
viejas fotos de tu época dorada, han hecho un pequeño tren donde enviajan los
niños riendo y gritando.
Han hecho
escenarios donde enseñan que el amor viene en cualquier clase y envase. Te han
devuelto a la vida, pero aun lloras por ella, y por Javier a él también lo
viste morir en tus varones, en el mismo banco.
Deja a tras
esa tristeza. Recuerdas a esa niña que observaba por horas, se sentaba en una
banca leyendo un libro nuevo cada ocasión, esperando por algo el día entero,
aunque ni ella sabía que. Ella hoy lo sabe, hoy lo vio, llega ella otra vez, es
médico otra vez, le dice que sigue igual de hermosa. Sus pieles son otras, sus cabellos, ojos y rostros son
distintos.; pero sus corazones aún brincan cuando se toman las manos.
Pronto
contaras más historias; pues ha pasado un año ya, hoy es tu gran día. Un día esperado
por muchos, que traerá mil cambios para la ciudad, en esta ocasión no vino el
presidente, pero vino tu pueblo, aquel que has visto cambiar, y crecer. Es un día
de fiesta, hay música y comida, una pareja enamorada, tomada de la mano a través
del tiempo, dos chicos abrazados sin temor; viendo al gobernador cortar el listón
inaugurando El museo del ferrocarril mexicano del sur.
*Integrante del Taller de Creación Literaria del ITO.