Periódico La Jornada
Jueves 13 de febrero de 2014, p. 8
Jueves 13 de febrero de 2014, p. 8
Nezahualcóyotl, Mex., 12 de febrero.
Víctor Manuel es algo parecido al extra ideal: no requirió maquillaje, vestuario especial o el idioma para figurar en el filme hollywoodense Elysium (2013), cuyo argumento futurista intenta recrear cómo sería la lucha entre ricos y pobres en un planeta devastado. Este pepenador ni siquiera gastó dinero en pasajes: las escenas en las que participó fueron grabadas en la puerta de su choza, levantada entre desperdicios en la franja del Bordo de Xochiaca.
Los productores, seguramente, ahorraron varios miles de dólares con Víctor Manuel y otros muchos recolectores del tiradero de basura a cielo abierto Neza III, que fueron extras en esa cinta.
Tristar Pictures ni siquiera invirtió en una locación ideada por computadora: sus guionistas, ansiosos por plasmar la pobreza extrema que hiciera creíble una parte de la historia, encontraron el escenario natural en este municipio mexiquense, conurbado al Distrito Federal.
No obstante, la producción donó equipo de cómputo con valor de unos 100 mil pesos que desapareció en 2012, cuando la anterior administración dejó el gobierno. A los extras les remuneraron su participación, aunque no revelaron la cantidad.
Dedicado a la pepena desde hace 28 años, no se ufana cuando narra su experiencia en Elysium. Recuerda su participación en cuatro escenas.
A unos cuantos pasos de su casa
Conforme recrea el escenario, se percata de que sólo caminó unos cuantos pasos del lugar donde está su morada (levantada con madera, plástico y otros materiales endebles) hasta el punto donde el actor Matt Damon protagoniza un enfrentamiento contra dos androides.
Elysium es una estación espacial en la que los ricos se refugiaron aislándose de la sobrepoblación, contaminación y destrucción de la armonía en la Tierra.
El largometraje se estrenó en salas de cine el verano pasado, hoy está en renta o a la venta en devedé y otros formatos, pero Víctor Manuel no ha tenido tiempo, hasta el momento de la entrevista, de verse en el filme.
Él acepta que sus preocupaciones son otras, como pepenar la mayor cantidad de basura y rescatar todo el producto reciclable que pueda vender para cubrir las necesidades de su familia.
Se dice un hombre religioso y considera que aún en la pobreza es posible salir adelante; en su caso, la pepena dará estudios universitarios a una de sus hijas. Vaticina que las cosas se pondrán difíciles el día en que falte el agua potable tanto para ricos como para pobres.
Israel Aguilar Pepito no mostró interés en ser extra, prefirió continuar con su labor cotidiana: pepenar desperdicios y obtener dinero.
No tuve la oportunidad de salir adelante por ser iletrado, y este es mi ambiente de trabajo. Con dos hijos y una pareja que mantener, dobletea el día para sacarlos adelante.
Pepito, como lo conocen, permite a La Jornada conocer su hogar levantado con madera, plástico y cartón. Decenas de moscas vuelan mientras desayuna con su familia. El menú: una taza de café, acompañada de tortillas.
Se sientan en el piso, no hay sillas, y la mesa es una caja. En los cuartos hay lo que parece una cama y una especie de mueble donde lo mismo hay trastes, que cobijas y ropa revuelta.
Semos (sic) cuatro y aunque sea frijolitos comemos.
El dinero,
sólo alcanza para sobrevivir el día de hoy. Hace más de cuatro años que vive en estas condiciones, porque el dinero no le alcanza para pagar una renta de mil pesos por dos cuartos.
Reconoce que el futuro para sus hijos es incierto, por eso
hay que enseñarles a sobrevivir; cuando menos, que sepan contar los billetes para que no les vean la cara.
Su condición no le impide saber dónde vive la gente rica:
En La Herradura, en Condado de Sayavedra, en las Lomas de Chapultepec, y no en el cielo, como dice la película, recrimina.
Muestra indiferencia por el argumento de la historia hollywoodense, pues los productores sólo filmaron y ya están del otro lado de la frontera; aquí las cosas siguen igual.
Pepito no duda que la gente con recursos económicos algún día
compre un cohete y se vayan arriba; mientras,
nosotros a soñar con el dinero, porque al otro día hay que sobrevivir. Le consuela pensar que
sin la fuerza del pobre, el rico no avanza.
El doctor en urbanismo Jaime Linares Zarco se pregunta ¿cuántos dólares ahorraron los productores de Hollywood con su película futurista?
El también profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México dice que filmar en la franja del Bordo de Xochiaca redituó varios miles de billetes.
No invirtieron en escenografía, la producción encontró aquí la locación perfecta: la extrema pobreza urbana y el mundo abismal que hay en regiones de pobreza de la zona oriente, en comparación con las zonas residenciales del sur y poniente del valle de México.
Linares Zarco recuerda que
la realidad siempre supera cualquier ficción cinematográficay en México existen lo que denomina
estaciones terrenalesy no espaciales, como se muestra en el filme, donde la vida es placentera.
Las condiciones de vida de la zona oriente mexiquense sirvieron para encarnar la pobreza extrema y representar lo que les espera, dentro de 140 años, a los residentes de Los Ángeles, California.
Linares Zarco analiza el guion. Explica que, como toda historia hollywoodense, el argumento presenta deficiencias al mostrar aspectos económicos, sociales, ecológicos, culturales y antropológicos.
Pablo es el contacto para ingresar al tiradero, celosamente resguardado por los pepenadores. Estudió hasta cuarto grado de primaria; sin embargo, en el vertedero lo respetan.
A este recolector, la experiencia le dice que es en el tiradero donde está su sustento. Fuera no tiene ninguna oportunidad de empleo. A su memoria llega la vivencia de un primo, también pepenador de basura.
Hace unos meses fue a Chapultepec en busca de empleo; llevaba el recorte de periódico en el que se solicitaban albañiles. Los anunciantes le preguntaron dónde vivía. Una vez que respondió, le negaron el trabajo “porque los deNeza y Chimalhuacán ¡son bien rateros!”
Aquí no hay discriminación, dicen
En cambio, aquí no hay discriminación. Para ganarse el pan sólo necesitan las manos y acostumbrarse a trabajar entre olores fétidos. Él y sus compañeros son indispensables.
Los pepenadores somos mano de obra calificada, hacemos lo que otros no hacen, nuestro organismo ya se acostumbró a la basura; aquí comemos y no nos enfermamos, lo que no ocurre con otra persona que permanezca en el lugar por más de dos horas. Su labor no es bien remunerada, pero
esta es la realidad de México.
Por eso Pablo no quiso participar como extra en Elysium,para él fue más importante pepenar y ganar dinero, porque aquí no hay salario, vacaciones, aguinaldo, prima vacacional y mucho menos seguro médico.
Ismael es otro pepenador. Vive en una choza en el tiradero Neza III; él sí fue extra en la película. Considera que con dinero o sin él, ricos o pobres,
todos tenemos derecho a vivir.
Lo cierto, lamenta Jaime Linares, es que los productores hollywoodenses ni siquiera dieron crédito a los pepenadores que salieron de extras en el filme; tampoco agradecieron a las autoridades locales que facilitaron la escenografía, que tanto dinero les redituó.
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