lunes, 30 de abril de 2012
Gabino Cué en el ITO
18 de abril de 2012, ciudad de Oaxaca.
Día de celebración, de exaltación por los logros académicos e institucionales. No era para menos, cumplir 44 no es diario, sobre todo para el Instituto Tecnológico de Oaxaca (ITO), celebración que en forma tangencial, rememoró la acción política y educativa del ilustre Víctor Bravo Ahuga.
Desde muy temprano las mañanitas, a las 8:30 un desayuno comunitario muy a la oaxaqueña (tamales de mole y atole). A las 12:00, el pastel de aniversario, y a las 11horas el platillo fuerte con el gobernador, la ceremonia de aniversario 44 en el gimnasio del instituto.
Eran las 10:55 y el maestro de ceremonias anunció que Gabino Cué Monteagudo ya estaba en el pórtico. En efecto, a las10:58 Cué hizo su arribo triunfal. Saludos por doquier, gritos de júbilo, innumerables manos que saludaban o tocaban al gobernador del cambio, de la alternancia. La maestra Edith Brena Robles Secretaria General de la Delegación Sindical, no cabía de gusto. En cambio Ángel Francisco Velasco Muñoz, director del ITO, disimulaba muy bien su satisfacción, de lo bien que iba todo.
Después de los honores a la bandera, del himno nacional y del Sistema de Institutos Tecnológicos vinieron los discursos. Por supuesto, un poco antes, se lució la Banda de Música del Estado con los himnos y otras piezas.
Cué con la mirada extraviada, por momentos, parecía reflexionar asuntos ajenos a los festejos. En cambio, Bernardo Vázquez Colmenares, director del IEEPO, su mirada era tal que parecía escudriñar los pensamientos de los invitados especiales.
El director del ITO fue épico y formal, un discurso más que sonoro. La competitividad, la sinergia, la razón de ser de la institución y demás. Luego le siguió el maestro fundador de la institución, Renato Díaz Aragón, quien fue aún más épico, formal y extenso. Tanto que hubo intentos de pararlo con aplausos. Pero no, muy atento Cué, y en forma muy discreta, dispuso incorporarlo al podio después de la larga argumentación.
Luego, la exaltación y el reconocimiento de Gabino Cué a la comunidad tecnológica por sus trepidantes 44 años de vida. Por “contribuir al desarrollo de la educación tecnológica en Oaxaca”. Recalcó el compromiso y el cariño de su gobierno a la institución festejada. En un gimnasio completamente lleno, las porras y las vivas de los estudiantes se sucedían en forma ordenada.
- ¡Qué guapo, lo voy a saludar!- confió una maestra de ingeniería. Pero ella y otros se toparon con efectivos de seguridad del mandatario. “Aléjese, por acá no”. Un profesor gritó “Esto me hacen en mi propia casa”. Algo parecido le sucedió, pero al inicio de la ceremonia, un maestro emérito que está en el equipo de Gabino pero que se le hizo tarde:” Tranquilos muchachos, no dejen en mal al gobernador”
Saliendo del gimnasio del ITO, Cué tuvo que dar una conferencia de prensa de banqueta, en la que se trataron diversos aspectos de la entidad, nada sobre el tecnológico, por supuesto. Finalmente, la despedida de lejos. Los organizadores se sintieron satisfechos porque no hubo cuestionamientos, reclamos, ni compromisos siquiera nimios. Y sí, en cambio, fue acompañado hasta por los que siempre han despotricado contra los gobernadores en turno.
En el ITO los extremos se tocan. El gobernador salió flanqueado por dos personajes de la institución. Un profesor priista, y a su derecha, un archiconocido apista.
sábado, 21 de abril de 2012
Periódico La Jornada
Sábado 21 de abril de 2012, p. 2
Santa Fe, 20 de abril. En un modesto laboratorio universitario en plena región agrícola argentina, la bióloga Raquel Chan logró aislar un gen resistente a la sequía, cuyos injertos en soya, maíz y trigo, prometen multiplicar rendimientos en una verdadera revolución biotecnológica.
Al frente del Instituto de Agrobiotecnología de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Chan coordinó el grupo de investigación que estudió el girasol y logró identificar entre su complejo genoma al gen HAHB-4, que lo hace resistente a la sequía y la salinidad del suelo.
Inoculados con ese gen, la soya, el trigo y el maíz "aumentan enormemente la productividad", señala la científica de 52 años.
"Para los productores agropecuarios aumentar 10 por ciento la productividad ya es una maravilla y esto da bastante más: incluso en algún caso llegó a duplicarla. Lo que puedo asegurar es que en ningún caso la planta transgénica produjo menos que la no transformada", se entusiasma.
Según Chan, "cuanto peor es la condición climática, mayor es la diferencia en favor de la planta transformada respecto de la no transformada".
Descubrimiento azaroso
Ser resistente a la sequía no significa que la soya crecerá en el desierto, advierte la científica en su laboratorio en el Día del Investigador.
"Algo de agua tiene que tener. Se podrá cultivar en tierras con un régimen pluviométrico de 500 milímetros al año, que es muy poco, y donde hoy no hay nada, claro que nunca serán la Pampa húmeda", admite la bióloga molecular.
El proyecto de investigación sobre "genes involucrados en el medio ambiente", que hoy rinde frutos inesperados, los cuales se estima se comercializarán en 2015, comenzó en 1993, año en que Chan regresó a Santa Fe tras doctorarse en Estrasbrugo, Francia.
"Si nos hubiéramos propuesto encontrar el gen resistente a la sequía, quizás nunca lo habríamos hallado. Llegamos casi por azar", señala en su pequeña oficina de dos por dos metros, con estantes repletos de revistas científicas.
Del otro lado del vidrio, en el laboratorio, jóvenes científicos investigan frente a los ventanales con vista a la laguna Setúbal o Guadalupe de Santa Fe, ciudad de 450 mil habitantes, 475 kilómetros al norte de Buenos Aires.
Tras un arduo trabajo que le permitió identificar el gen, siguieron años de pruebas en laboratorio inoculándolo en plantas herbáceas llamadas arabidopsis, cuya resistencia y productividad aumentó con el gen.
El paso siguiente de llevar el experimento a la soya, el trigo y el maíz exigía una inversión e infraestructura inalcanzables para la universidad, por lo cual se firmó un convenio con la empresa Bioceres, fundada por productores argentinos y especializada en agrotecnología, que ahora tiene la licencia del producto.
A su vez, la firma se asoció con la semillera estadunidense Arcadia, que prevé invertir 20 millones de dólares para comercialización del producto.
El hallazgo, anunciado con bombos y platillos en febrero por la presidenta Cristina Fernández, promete aumentar productividad y ganancias en Argentina, segundo exportador mundial de maíz, primero de aceite y harina de soya, tercero de grano de esta oleaginosa y cuarto proveedor internacional de trigo.
Biotecnología vs medioambiente
"La biotecnología puede dar respuestas, puede ayudar a producir más alimentos, pero el hambre se soluciona con decisiones políticas", advierte la científica, formada en la escuela pública argentina y recibida en la universidad de Jerusalén, donde debió exiliarse durante la dictadura (1976-83).
Según esta madre de dos hijos, uno de 21 años, quien sigue sus pasos y es físico, y otro de 17 al que considera "más vagoneta (perezoso)", "la idea no es agrandar las fronteras de la siembra. Por el contrario, permitiría tener igual rentabilidad en menos territorio sembrado".
Su hallazgo entusiasma a productores tanto como alerta a los ecologistas, que vienen denunciando el avance de la frontera de la soya, el uso de agrotóxicos y la tendencia creciente al monocultivo por rentabilidad.
"La necesidad de producir más alimentos, el desarrollo tecnológico y la conservación del medio ambiente es la encrucijada de la humanidad", opina Carlos Manessi, vicepresidente del Centro de Protección a la Naturaleza de Santa Fe, cuyo tesorero, Luis Carreras, viste una camiseta que dice "¡Paren de fumigarnos!".
Aceptación de los agricultores
Manessi, ingeniero agrónomo que produce aloe vera orgánica, muestra cómo al borde de la ruta un antiguo productor de naranja y mandarina transformó sus 25 hectáreas en una tierra alquilada a la soya.
"Creo que el gen es revolucionario para la agricultura", dice el presidente de la Sociedad Rural de Santa Fe, Hugo Iturraspe, en las antípodas de los ecologistas.
Este productor agropecuario y ex jugador de polo, de 62 años, dueño de 300 hectáreas cultivadas de soya y criador de caballos de polo que exporta a Europa, espera que la nueva soya transformada se adquiera pronto en el mercado.
"Con estas semillas no sólo se va a ampliar la cantidad de toneladas de soya, si no que se va a multiplicar la cantidad de campos que van a poder entrar en la agricultura", infiere este descendiente de un gran terrateniente del siglo XVIII.
Parado en medio de su campo a unos 80 kilómetros de Santa Fe, exhibe las plantas de soya que, afectadas por la sequía de diciembre y enero pasados, tienen uno o dos porotos por chaucha en lugar de los tres granos ideales.
"No importa a qué precio se comercializará la nueva semilla transgénica, si me asegura la rentabilidad o la aumenta", sostiene.
En México conmemoran 51 años de la victoria en Playa Girón
Vigente, lección de humanismo de la revolución cubana: Fraginals
Hemos sido lentos en formar cuadros con los jóvenes, acepta el diplomático
Recordatorio en Bahía de Cochinos, donde el 17 de abril de 1961 exiliados cubanos entrenados en Estados Unidos intentaron provocar una contrarrevolución. Fueron vencidos por el gobierno de Fidel CastroFoto Reuters
Ariane Díaz
Periódico La Jornada
Sábado 21 de abril de 2012, p. 20
A 51 años de la victoria de Playa Girón (donde exiliados cubanos, patrocinados por el gobierno de Estados Unidos fueron derrotados por las fuerzas del gobierno revolucionario), la lección de humanismo de la revolución cubana se mantiene, aseguró Héctor Fraginals, consejero de asuntos políticos de la embajada de Cuba en México, durante un encuentro que sostuvo la noche del jueves con miembros del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba, en conmemoración del aniversario de dicha batalla.
En la isla –dijo– continúan vigentes el pensamiento y los valores revolucionarios, a pesar de que los últimos años han sido complejos y "hemos perdido terreno", pero continúa "la confianza en el hombre".
Señaló que a Fidel Castro se le pueden criticar muchas cosas, "pero no se puede decir que no haya pensado en el hombre antes que en él mismo".
Afirmó que la democracia en Cuba se manifiesta en la participación del pueblo en la toma de decisiones, y puso como ejemplo la consulta popular que se llevó a cabo para delinear los criterios económicos. "Más de 70 por ciento del documento original se transformó con los aportes de la población".
El diplomático subrayó el papel de la solidaridad internacional con el país caribeño. "A eso nos debemos también; por eso la solidaridad para nosotros constituye un deber elemental". Puntualizó que "los ricos no pueden ser solidarios con Cuba, lo son los humildes".
Por otro lado, aseveró que los jóvenes en la isla son una preocupación fundamental pues "no hemos sido capaces de formar los cuadros que debíamos tener. Hemos sido lentos", reconoció. Asimismo, aseguró que trabajan para que la juventud cubana se sienta participativa, representada y con la seguridad de que sus opiniones son tomadas en cuenta.
A pregunta expresa de los asistentes, Fraginals también habló de la salud de Fidel Castro. "Para la edad que tiene y la vida que ha llevado, es maravillosa", dijo, y destacó la coherencia, capacidad y lucidez del ex mandatario, quien continúa escribiendo y haciendo análisis político.
miércoles, 18 de abril de 2012
LA LUCHA SIGUE*
Mi nombre es Xóchilt Micalco y estoy aquí para un asunto trascendental. Nací en la ciudad de México cuando los vientos de la historia empezaban a desmembrar las rígidas estructuras del sistema político. Con toda la intención omití mi segundo apellido, el de mi madre, para resaltar Micalco, que es el objeto de esta historia. Y el héroe de ésta es mi abuelo Eligio quien hizo todo lo posible para conservar nuestro apellido mexica.
Nació entre las flores y las hortalizas de Xochimilco, en los inicios del siglo XX. De padres indígenas, tuvo la fortuna de ir a una escuela de monjas donde aprendió a leer y escribir a muy temprana edad. Y fue ahí donde empezaron los problemas con su nombre. En la lista del grupo fue anotado como Eligio Martínez, y cada vez que la maestra pasaba lista no respondía porque insistía en que no era su apelativo. Los castigos no lo doblegaron, y se aferró a lo único que tenía elocuencia, su apellido náhuatl, el mismo que aludía a toda una cultura y que había sido borrada por los invasores.
“No es un apellido cristiano”, insistía el catequista de la iglesia de Santiago, en Tlatelolco, barrio donde empezó a trabajar de mozo en una panadería. Originalmente Micalco era Micquicalli y se traducía algo así como “La casa olvidada”, pero los avatares de la incomprensión se encargaron de llevarlo a la forma actual.
Con el estallido de la Revolución, la vida de mi abuelo dio un vuelco. Su padre fue obligado a incorporarse a las fuerzas federales y luego enviado a Zacatecas donde murió en un enfrentamiento contra villistas. Meses después su madre murió de tuberculosis dejando en la orfandad a sus seis hijos. Mi abuelo, después de vagar por el centro de la ciudad, consiguió colocarse en una tienda de abarrotes. Aquí, además de los compradores citadinos, acudían comerciantes de los pueblos aledaños y arrieros que llegaban del estado de Morelos los cuales confirmaron lo que era un secreto a voces, que la guerrilla de Emiliano Zapata estaba extendiéndose como lumbre en pasto seco.
Un día, mi abuelo en lugar de atender a sus clientes y elaborar las notas de compra, se fue rumbo a Tlaltizapán, un apacible pueblo de arrozales y maizales, donde estaba el campamento de Zapata. “Tú no sirves para esto, la guerra requiere de hombres, no de niños”, le soltó el encargado del reclutamiento.
-Puedo manejar el fusil y sé escribir-. Argumentó mi abuelo en tono de súplica mientras sostenía con las dos manos su sombrero de palma.
Sin cambiar de parecer el comandante lo instó a volver a su pueblo, a acabar de crecer. Como despedida lo envió al comedor. Al entrar al enorme galerón, hecho de varas y zacate, el joven Eligio percibió un inesperado aroma de hogar. Las enormes ollas humeaban y olían a frijoles recién cocidos, y las mujeres que hacían las tortillas, así como de las que atendían a la guerrilla, constituían el marco maravilloso de un cuadro cargado de esperanza. Como pudo, se acomodó en el extremo de un escaño, y el destino quiso que se sentara frente al hombre que le cambiaría la vida. Se distinguía de los demás por su pulcritud y sus cabellos grises. Moreno y de rasgos indígenas, escribía febrilmente en hojas oficio rayadas. Luego de una pausa, se fijó en el adolescente Eligio, y a manera de saludo le preguntó si sabía escribir. Ante la afirmación, le pasó una hoja y procedió a dictarle un poema. Luego de ver las primeras líneas, el hombre moreno se paró gritando: “Qué barbaridad, he encontrado a mi secretario”. Otilio Montaño, uno de los intelectuales más honestos y radicales de Zapata y quien fuera coautor del Plan de Ayala, gritaba sin recato. Lleno de gusto sacó a mi abuelo en vilo rumbo al cuartel general.
Por su envidiable escritura y su viva inteligencia, mi abuelo empezó a ser apreciado por casi todos. Meses después Montaño lo presentó a Zapata quien quedó admirado por su desempeño. “El apellido Micalco me cuadra” recalcó el general. “Enséñale lo más que puedas, pues él nos sobrevivirá”, le dijo al ex maestro rural. Y así fue, consumada la Revolución, mi abuelo regresó a Xochimilco a cultivar flores y verduras, como cuando era muy niño pero ahora con perspectiva diferente. “Lo moderno es volver a los orígenes; cultivar plantas nativas y, sobre todo, el maravilloso maíz, es lo que le da trascendencia a los mexicanos”, asentó en el preámbulo de uno de sus libros. Antes de sus memorias, escribió un ensayo sobre Zapata titulado Zapata el desconocido. En éste registra, entre otras cosas, el cultivo de la gramínea mexicana en los periodos de relativa calma, por parte de los zapatistas en los campos morelenses. También detalla las discusiones que se dieron en la Convención revolucionaria celebrada en Aguascalientes donde, por su coherencia social, la asamblea en pleno, hizo suyo el plan de Ayala. Respecto al encuentro entre Villa y Zapata, llevada a cabo en Xochimilco, Eligio Micalco asienta; “El encuentro fue hermoso e impresionante. Zapata esperaba a Villa en la escuela primaria. Villa llegó montado en uno de sus mejores caballos y acompañado de una pequeña escolta. Al acercarse a la escuela, bajó del corcel, caminó hasta donde se encontraba Emiliano y haciéndole entrega del ramo de flores, le dijo: -Señor general Zapata, realizo hoy mi sueño de conocer al jefe de la gran Revolución del Sur-. Con una blanca y amplia sonrisa bajo sus grandes bigotes, Zapata le respondió: -Señor general Villa, realizo yo ese mismo sueño al conocer al jefe de la gloriosa División del Norte-. Y brindaron pese a que el norteño era abstemio”.
Luego, el zapatista Micalco asegura que Villa y Zapata congeniaron desde el primer momento y su identificación se hizo más grande en cuanto hablaron de los robos de Venustiano Carranza. También registra que “a los dos días, el domingo 6 de diciembre de 1914, hicieron su entrada en la Ciudad de México. En Palacio Nacional, pasaron al salón de audiencias, donde Villa se sentó en la silla presidencial, haciendo jocosos comentarios. A su lado, Zapata, lejano y taciturno, sostenía en sus piernas un enorme sombrero”.
Mas el núcleo del ensayo lo constituye la visión indigenista del Caudillo del Sur. Eligio Micalco escribe que Zapata deseaba un gobierno de indígenas dado que la historia había demostrado que, tanto criollos como mestizos, no habían sido más que herederos del proyecto depredador de los conquistadores. “Con bandidos no se reconstruye un país”, le confió a mi abuelo.
¡Micalco, Micalco!, aclamaba la multitud a los novios que salían del palacio municipal de Tlaltizapán. No obstante que vestían con sencillez, se veían muy elegantes. Un cronista estadounidense los describió como “jóvenes y hermosos”. No era para menos, mi abuela, de piel dorada y ojos aceitunados, tenía 16; y mi abuelo, bronceado, esbelto y de mirada vidriosa, iba a cumplir los 18. Ellos muy seguros decidieron que el acto tenía que ser cívico y comunitario, lo cual le dio mucho gusto al Caudillo. Pero la boda fue el preludio del fin de Zapata, pues días después fue asesinado en la hacienda de Chinameca. Mi abuelo y todos los que apreciaban a Emiliano ya no tuvieron consuelo. Sin paz ni armisticio la Revolución del Sur se diluyó en rencor histórico.
De regreso a Xochimilco, mi abuelo empezó a recobrar el ánimo y encontró el equilibrio entre el cultivo de la tierra y la actividad intelectual.
Como él lo dispuso, su sepelio fue una fiesta. “Nada de llorar, ni cantos religiosos, ni rezos. Yo ya cumplí mi ciclo”. Eso sí, hubo muchas flores amarillas, de las que había sembrado cuatro meses atrás. Lo recuerdo tendido en el petate, vestido de blanco en medio de un mar de cempasúchiles. Recuerdo también que decía que la lucha sigue, más allá de nuestras vidas, que otros retomarán los sueños de equidad y de justicia.
Por eso vine a esta hermosa ciudad, al XX Congreso de Matemáticas, a continuar la lucha pero en otro contexto. Vine a Estambul, lugar de mezquitas, ensueños y del Cuerno de Oro, con el objeto de representar a mi país, México, a través de la ponencia, Las matrices mayas de los tejidos de punto (cuanto ingenio para esconder los pocos tesoros que quedaban), misma que expondré en unos momentos. Gracias por escucharme, señores congresistas.
*Cuento escrito por Abel Ruíz López y enviado a la Dirección General del Sistema de Institutos Tecnológicos, de acuerdo a la convocatoria de cuento corto 2011
Nació entre las flores y las hortalizas de Xochimilco, en los inicios del siglo XX. De padres indígenas, tuvo la fortuna de ir a una escuela de monjas donde aprendió a leer y escribir a muy temprana edad. Y fue ahí donde empezaron los problemas con su nombre. En la lista del grupo fue anotado como Eligio Martínez, y cada vez que la maestra pasaba lista no respondía porque insistía en que no era su apelativo. Los castigos no lo doblegaron, y se aferró a lo único que tenía elocuencia, su apellido náhuatl, el mismo que aludía a toda una cultura y que había sido borrada por los invasores.
“No es un apellido cristiano”, insistía el catequista de la iglesia de Santiago, en Tlatelolco, barrio donde empezó a trabajar de mozo en una panadería. Originalmente Micalco era Micquicalli y se traducía algo así como “La casa olvidada”, pero los avatares de la incomprensión se encargaron de llevarlo a la forma actual.
Con el estallido de la Revolución, la vida de mi abuelo dio un vuelco. Su padre fue obligado a incorporarse a las fuerzas federales y luego enviado a Zacatecas donde murió en un enfrentamiento contra villistas. Meses después su madre murió de tuberculosis dejando en la orfandad a sus seis hijos. Mi abuelo, después de vagar por el centro de la ciudad, consiguió colocarse en una tienda de abarrotes. Aquí, además de los compradores citadinos, acudían comerciantes de los pueblos aledaños y arrieros que llegaban del estado de Morelos los cuales confirmaron lo que era un secreto a voces, que la guerrilla de Emiliano Zapata estaba extendiéndose como lumbre en pasto seco.
Un día, mi abuelo en lugar de atender a sus clientes y elaborar las notas de compra, se fue rumbo a Tlaltizapán, un apacible pueblo de arrozales y maizales, donde estaba el campamento de Zapata. “Tú no sirves para esto, la guerra requiere de hombres, no de niños”, le soltó el encargado del reclutamiento.
-Puedo manejar el fusil y sé escribir-. Argumentó mi abuelo en tono de súplica mientras sostenía con las dos manos su sombrero de palma.
Sin cambiar de parecer el comandante lo instó a volver a su pueblo, a acabar de crecer. Como despedida lo envió al comedor. Al entrar al enorme galerón, hecho de varas y zacate, el joven Eligio percibió un inesperado aroma de hogar. Las enormes ollas humeaban y olían a frijoles recién cocidos, y las mujeres que hacían las tortillas, así como de las que atendían a la guerrilla, constituían el marco maravilloso de un cuadro cargado de esperanza. Como pudo, se acomodó en el extremo de un escaño, y el destino quiso que se sentara frente al hombre que le cambiaría la vida. Se distinguía de los demás por su pulcritud y sus cabellos grises. Moreno y de rasgos indígenas, escribía febrilmente en hojas oficio rayadas. Luego de una pausa, se fijó en el adolescente Eligio, y a manera de saludo le preguntó si sabía escribir. Ante la afirmación, le pasó una hoja y procedió a dictarle un poema. Luego de ver las primeras líneas, el hombre moreno se paró gritando: “Qué barbaridad, he encontrado a mi secretario”. Otilio Montaño, uno de los intelectuales más honestos y radicales de Zapata y quien fuera coautor del Plan de Ayala, gritaba sin recato. Lleno de gusto sacó a mi abuelo en vilo rumbo al cuartel general.
Por su envidiable escritura y su viva inteligencia, mi abuelo empezó a ser apreciado por casi todos. Meses después Montaño lo presentó a Zapata quien quedó admirado por su desempeño. “El apellido Micalco me cuadra” recalcó el general. “Enséñale lo más que puedas, pues él nos sobrevivirá”, le dijo al ex maestro rural. Y así fue, consumada la Revolución, mi abuelo regresó a Xochimilco a cultivar flores y verduras, como cuando era muy niño pero ahora con perspectiva diferente. “Lo moderno es volver a los orígenes; cultivar plantas nativas y, sobre todo, el maravilloso maíz, es lo que le da trascendencia a los mexicanos”, asentó en el preámbulo de uno de sus libros. Antes de sus memorias, escribió un ensayo sobre Zapata titulado Zapata el desconocido. En éste registra, entre otras cosas, el cultivo de la gramínea mexicana en los periodos de relativa calma, por parte de los zapatistas en los campos morelenses. También detalla las discusiones que se dieron en la Convención revolucionaria celebrada en Aguascalientes donde, por su coherencia social, la asamblea en pleno, hizo suyo el plan de Ayala. Respecto al encuentro entre Villa y Zapata, llevada a cabo en Xochimilco, Eligio Micalco asienta; “El encuentro fue hermoso e impresionante. Zapata esperaba a Villa en la escuela primaria. Villa llegó montado en uno de sus mejores caballos y acompañado de una pequeña escolta. Al acercarse a la escuela, bajó del corcel, caminó hasta donde se encontraba Emiliano y haciéndole entrega del ramo de flores, le dijo: -Señor general Zapata, realizo hoy mi sueño de conocer al jefe de la gran Revolución del Sur-. Con una blanca y amplia sonrisa bajo sus grandes bigotes, Zapata le respondió: -Señor general Villa, realizo yo ese mismo sueño al conocer al jefe de la gloriosa División del Norte-. Y brindaron pese a que el norteño era abstemio”.
Luego, el zapatista Micalco asegura que Villa y Zapata congeniaron desde el primer momento y su identificación se hizo más grande en cuanto hablaron de los robos de Venustiano Carranza. También registra que “a los dos días, el domingo 6 de diciembre de 1914, hicieron su entrada en la Ciudad de México. En Palacio Nacional, pasaron al salón de audiencias, donde Villa se sentó en la silla presidencial, haciendo jocosos comentarios. A su lado, Zapata, lejano y taciturno, sostenía en sus piernas un enorme sombrero”.
Mas el núcleo del ensayo lo constituye la visión indigenista del Caudillo del Sur. Eligio Micalco escribe que Zapata deseaba un gobierno de indígenas dado que la historia había demostrado que, tanto criollos como mestizos, no habían sido más que herederos del proyecto depredador de los conquistadores. “Con bandidos no se reconstruye un país”, le confió a mi abuelo.
¡Micalco, Micalco!, aclamaba la multitud a los novios que salían del palacio municipal de Tlaltizapán. No obstante que vestían con sencillez, se veían muy elegantes. Un cronista estadounidense los describió como “jóvenes y hermosos”. No era para menos, mi abuela, de piel dorada y ojos aceitunados, tenía 16; y mi abuelo, bronceado, esbelto y de mirada vidriosa, iba a cumplir los 18. Ellos muy seguros decidieron que el acto tenía que ser cívico y comunitario, lo cual le dio mucho gusto al Caudillo. Pero la boda fue el preludio del fin de Zapata, pues días después fue asesinado en la hacienda de Chinameca. Mi abuelo y todos los que apreciaban a Emiliano ya no tuvieron consuelo. Sin paz ni armisticio la Revolución del Sur se diluyó en rencor histórico.
De regreso a Xochimilco, mi abuelo empezó a recobrar el ánimo y encontró el equilibrio entre el cultivo de la tierra y la actividad intelectual.
Como él lo dispuso, su sepelio fue una fiesta. “Nada de llorar, ni cantos religiosos, ni rezos. Yo ya cumplí mi ciclo”. Eso sí, hubo muchas flores amarillas, de las que había sembrado cuatro meses atrás. Lo recuerdo tendido en el petate, vestido de blanco en medio de un mar de cempasúchiles. Recuerdo también que decía que la lucha sigue, más allá de nuestras vidas, que otros retomarán los sueños de equidad y de justicia.
Por eso vine a esta hermosa ciudad, al XX Congreso de Matemáticas, a continuar la lucha pero en otro contexto. Vine a Estambul, lugar de mezquitas, ensueños y del Cuerno de Oro, con el objeto de representar a mi país, México, a través de la ponencia, Las matrices mayas de los tejidos de punto (cuanto ingenio para esconder los pocos tesoros que quedaban), misma que expondré en unos momentos. Gracias por escucharme, señores congresistas.
*Cuento escrito por Abel Ruíz López y enviado a la Dirección General del Sistema de Institutos Tecnológicos, de acuerdo a la convocatoria de cuento corto 2011
domingo, 15 de abril de 2012
El ITO en el Celestrón
El Celestrón fue un acontecimiento inusitado en 2011. Miles de telescopios de todo el país fueron enfocados, al mismo tiempo y en lugares más significativos, para admirar a la luna.
Por supuesto que el club de Astronomía de Instituto Tecnológico de Oaxaca participó muy activamente en el Celestron, el cual se llevo a cabo en Santo Domingo de Guzmán de la ciudad de Oaxaca.
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