Por diversas, muy diversas, razones mi familia y yo queríamos visitar New York City; nos tomó muchos años para que las condiciones fueran tales que no pudiéramos poner pretextos para evitar el viaje, y en julio de este año nos pasamos una semana en la Gran Manzana, y quisiera compartir con ustedes esta aventura.
Mi motivación personal era un moreno que yo sabía que se encontraba ahí, imposible poseerlo pero cuando menos estar cerca, examinarlo, almacenarlo en mi memoria para recuperarlo a voluntad. Arturo iba en búsqueda de comida exótica, aunque no faltarían sus jellybeans. Michelle quería una guitarra eléctrica. Mireya llevaba una lista de tiendas de ropa. Y así nos lanzamos a Gringolandia.
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